Esquina de barrio porteño te pintan los muros la luna y el sol. Te lloran las lluvias de invierno en las acuarelas de mi evocación. Treinta lunas conocen mi herida y cien callecitas nos vieron pasar. Se cruzaron tu vida y mi vida, tomaste la senda que no vuelve más.
Calles, donde la vida mansa perdió las esperanzas, la pasión y la fe. Calles, si sé que ya está muerta, golpeando en cada puerta por qué la buscaré. Callecitas, sombreadas de poesía, nos vieron ir un día felices los dos. Compañera del sol y las estrellas, se fue la tarde aquella camino de Dios.