Con los brazos de la fiebre que aún abarcan mi frente lo he pensado mejor. Y desataré las serpientes de la vanidad. El paraíso es escuchar, el miedo es un ladrón al que no guardo rencor y el dolor es un ensayo de la muerte.
En la piel de una gota mis alas volvieron rotas. Y entre otras cosas ya no escriven con tinta de luz.
El paraíso deviene en infierno y luego se quema. Y sin que nadie se mueva, ¿quien lo arregla?
Gestado en mis escombros de pastoso paladar el disparate del caos me derroto con palabras de alabanza.
En la piel de una gota mis alas volvieron rotas y entre otras cosas ya no escriven con tinta de luz.
El paraíso deviene en infierno y luego se quema. Y sin que nadie se mueva, ¿quien lo arregla?