La cartita que humilde te escribo tus horas felices no quiere turbar, sólo quiere contarte mi angustia, mis hondas nostalgias, mi triste penar.
Tú no sabes las horas amargas que por tu abandono pasando estoy: mi cartita te dice que sufro, que tu mártir sólo soy. Mi cartita tal vez te recuerde las dulces ternuras de nuestro ayer: mi cartita tal vez te reproche porque has muerto mi querer...
Con mi humilde cartita te mando ceñidas y envueltas en negro crespón, tu retrato, tus rizos, tus cartas y, junto con todo, mi muerta ilusión.
¡Si tú supieras como está de triste, desde que te fuiste, mi corazón!
¡Así me pagas!, lo que te he querido, dándome al olvido sin compasión.
Al cerrar esta triste cartita, sonriendo a mi lado mi madre llegó. Y aunque quise ocultarle mi pena, ¡yo sé que mi madre llorando me vio!