Yo no sé por qué extraña razón te encontré, Carrillón de Santiago que está en la Merced, con tu voz inmutable, la voz de mi andar, de viajero incurable que quiere olvidar.
Milagro peregrino que un llanto combinó. Tu canto, como yo, se cansa de vivir y rueda sin saber dónde morir...
Penetraste el secreto de mi corazón, porque oyendo tu son la nombré sin querer. Y es así como hoy sabes quién era y quién fue, ¡la que busco llorando y... que no encontraré!
Mi vieja confidencia te dejo, Carillón. Se queda en un tañir, y al volver a partir me llevo tu emoción como un adiós.