La flor de* mi ilusión la mató el frío de un invierno cruel de ingratitud y dolor, ¡pobre flor! Hoy es sepulcro y paz de mis ansias de pasión.
¿Porqué no vuelve más, lo que amé con frenesi? ¡Ay qué se han hecho los besos, que con embeleso, me distes (sic) a mí!
Todo lo cubrió el olvido, con su manto triste para no volver. Siendo mi ilusión primera solitaria tumba de mi último amor; juramento vano de una boca ardiente con ponzoña, y maldición; pero el recuerdo grabado.
Como una mortaja eterna sobre el alma mía triste la cubrió y por eso entre tinieblas voy meditabundo vagando al azar, con tu nombre escrito como una sentencia de no poderte olvidar el corazón que te amó.