En la tarde que en sombras se moría, buenamente nos dimos el adiós; mi tristeza profunda no veías y al marcharte sonreíamos los dos. Y la desolación, mirándote partir, quebraba de emoción mi pobre voz... El sueño más feliz, moría en el adiós y el cielo para mí se obscureció. En vano el alma con voz velada volcó en la noche la pena... Sólo un silencio profundo y grave lloraba en mi corazón.
Sobre el tiempo transcurrido vives siempre en mí, y estos campos que nos vieron juntos sonreír me preguntan si el olvido me curó de ti. Y entre los vientos se van mis quejas muriendo en ecos, buscándote... mientras que lejos otros brazos y otros besos te aprisionan y me dicen que ya nunca has de volver.