Yo la llamaba luna y era morocha, como aquella que acunan mis arrabales, con la filosofía del “meta y ponga” del barrio donde somos todos iguales. Yo la llamaba luna y fue un cualquiera del barrio del infierno, el muy taimado, que se cruzó de amores en su camino y se llevó a mi luna, que hoy lloro en tango.
Hoy canto para mi luna, mi roja flor de malvón. Ella me mira en su estrella y yo la sigo en la huella, su nombre llora en mi voz. Hoy canto para mi luna, porque ella fue para mí, porque yo en tangos la quiero, porque en aquel entrevero juré vengarme y cumplí.