señor de la tristeza, monarca del dolor; yo sé que se han unido vuestra angustia y la mía, en los viejos acordes de mi nueva canción.
Vuestra música supo de salones dorados, de alfombras silenciosas, de espejos biselados; supo de cuartos húmedos, de rincones dantescos, donde la tisis prende sus ansias temblorosas.
Subió hasta los áusteros palacios principescos, y floreció en las almas y palpitó en las rosas, Vos, soberano Agusto del ritmo y la armonía, vos que a los cuatro vientos disteis el corazón.
Reconcentrad en una, vuestra musa y la mía, para que yo termine lo que empezasteis vos.