Ya no recuerda su despertar sin sobresaltar en la cama, sin que tras tu ventana contemples la ciudad en llamas. Son varias semanas sumergido en un apocalípsis, sin paréntesis, portador de dolor en grandes dosis. Sin neurosis, saldrás vivo de esta crisis. No hay esperanza, no es extraño si una bala perdida te alcanza, para la balanza de la justicia no existes. Es el cielo gris, te dice que el fin de estos días será triste.
No sé si debiste huir con los tuyos en su momento, sólo sé que el viento con el tiempo te trajo lamentos. Y privo de vida al cemento y al asfalto, ya apenas nadie lo pisa, pues se precisa un fusil de asalto. Hoy el edén no está tan alto ni el infierno tan profundo, entre bombardeos nocturnos eterno es cada segundo. Y un profundo mar de lágrimas cubre tus ojos cuando piensas al hallar cobijo, ¿qué será de tu esposa y tu hijo?.
Trágica es la realidad que me tocó afrontar, mis ilusiones no cuentan, llevo callar sin protestar. Mientras se enfrentan de sol a sol y mi vida malgastan, nadie puede gritar basta, aquí la muerte se subasta. Ves en mi interior mi odio, ya no creo en ningun dios, he perdido los nervios hundido en este cementerio. Noticias nos confunden, consumo mi esperanza, asumo mi destino por el miedo que creó una lanza.
Vivo sin víberes, cultivando los campos, contemplo cómo compran sus armas con mi trabajo. Millones de llamas se apagan y no hay solución, cuerpos yacen inertes bajo este sol y pierdo el control. Me siento a recordar, ese es mi único alijo, tu religión hasta aqui nos condujo y se contradijo. Nos exigió y nos extinguió, nos dio una vida llena de ambición y de condenas, de penas, de sumisión.
Es mi misión de un mundo muerto, huyendo de mi último aliento. Esquivar hoy es un acierto, es la suerte del inexperto. Me senté en este desierto de cemento entre cadáveres, donde mi tiempo invierto agradeciendo más amaneceres. La ley del más fuerte dejó las huella de la muerte, en un paisaje inerte donde he de odiarte, no quererte. En cuerpos sin vida vi lagrimas sobre sus ojos, allí donde un arma homicida pintó el asfalto de rojo.
Kilos de sangre de inocentes por órdenes de presidentes, fusiles en estado incandescente entre adolescentes. Es el precio del rencor entre culturas diferentes, el sabor del odio transmitido a una generación presente. Busco nuevas vertientes, yo me muestro indiferente ante una religion que causó erosión en sus mentes. Una distinta educación que nació entre represión, aislada de placeres, radio, sexo y televisión.
Llegó el momento de avanzar y al lanzar siento pánico, camino entre cadáveres y hablo con mi desánimo. A lo lejos se escuchan las bombas, tiemblan los campos, los sueños del pueblo sin tu alimento, son lamentos. Sé que debo enfrentarme a la muerte, oscura suerte, ¿sabes cuánto daría por verte y por poder hablarte?. Reflexión que se esfuma, vuelvo a vivir en presente, veo sangre y llantos de gente y el combate enfrente.
¿Qué más me da si tengo un arma entre mis manos? Dos disparos que separan mi alma y morir en calma. He visto niños y en sus ojos al diablo dar consejos, es mi humilde opinión desde lejos, mientras me protejo. Espero mi momento escondido en la rutina, hundido en este inmenso mar de lágrimas y minas, cegado por este ansia de poder que hoy les posee, quise escapar pero no supe, dudé y calmé mi sed.
Un manto negro es mi piel, Caín me presentó a Abel, vengo a cumplir mi papel, a lomos de mi corcel. Soy el destino más fiel quien bien conoce vuestra hora, observo, antes de actuar, cómo el tiempo os devora. Aún por mí lloran en vasora familias de civiles, y de soldados, fui enviado camuflado en misiles. Inútil es combatir contr