Nuestros cuerpos se pudren, lo habéis conseguido. El deseo se presenta una vez má¡s como algo ajeno. Os lo habéis apropiado arrancá¡ndolo de nuestras entraá±as, desalmá¡ndonos, exponiéndonos con los pará¡metros má¡s mercantilizados. El viejo patriarcado ha enterrado nuestro deseo, empujá¡ndonos a la pasividad. Simplificad=s a un trozo de carne, a objetos sexuales a merced de las masas. Un ideario asfixiante enraizado en lo má¡s profundo de nuestro ser. No sólo somos váctimas, también nuestr=s propi=s verdugos. Esto nos angustia, nos reduce a nada; vacá=s. Y la desesperación se transforma en duda. Dudamos si sabráamos ser nosotr=s mism=s. Sentimos miedo de acabar con esta humillación, aunque poco a poco entendemos nuevos conceptos. Quizá¡s ha llegado el momento de pasar de la arcada al vómito.