(Estilo llanero) Sólo una vez he llorado, callado llanto de indio; fue en la sierra del Tolima al tirar mi tiple al río. Nos íbamos monte adentro, era noche de peligro. Que nadie fume ni hable, era noche de peligro. Andábamos silenciosos, corazón endurecido, cuando llegó la consigna como un puñal de dos filos: El que lleve tiple en mano, que arroje su tiple al río. Tal vez otro haya pasado aquello que yo he vivido: Ser hombre de causa firme y no temerle al peligro. Sentí su queja en las piedras al rodar por el abismo, como pidiéndome ayuda con el último sonido. La noche creció dos veces: en el monte y dentro mío. Y yo me fui monte adentro y el tiple cayó en el río. Adiós, compañero fiel de juventud y amoríos; tú tendrás que comprenderlo: era noche de peligro. Nos mordía los talones la sombra del enemigo. Tú tendrás que comprenderlo: era noche de peligro. Soy hombre de causa firme, yo no le temo al peligro, pero me fui monte adentro y el tiple cayó en el río. Mañana cuando amanezca han de oír los campesinos un nuevo canto en el agua, mitad canto, mitad grito. Madera rota en las piedras, alma que busca un camino. Lo encuentra, y se va cantando sobre la espuma del río.