Un día estando de visita en la granja de cabras de unos amigos, por la tarde fuimos a ver a unos gatitos recién nacidos para traerlos adentro de la casa para que estuvieran calentitos durante la noche. Estaban todos menos uno y no podíamos encontrarlo. Una vez adentro pensé: Dios sabe dónde está el gatito.
Pero cuando entré, de inmediato me vino este pensamiento: “Si Yo lo sé, tú lo sabes”. Y de inmediato, vi al gatito justo en frente de mí.
“Si Yo lo sé tú lo sabes.”
Este mensaje me dio una enorme sensación de unidad. No es como si Dios me pasara la información a mí, sino que yo sentí que era uno con lo que Dios sabe. Yo misma era ese conocimiento.
Ese amor que sentí por el pequeño gatito era el amor de Dios expresado a través de mí, y siendo mi ser.
Desde ese momento pude reconocer el amor de Dios a mi alrededor. Cuando escucho una idea inteligente o buena, sé que Dios está conmigo, expresándose a sí mismo. Cuando veo un acto de ternura, veo al Amor manifestándose a sí mismo.
Podemos reconocer a Dios en todas partes, porque nosotros somos la expresión de Dios, lo que verdaderamente somos, la imagen y semejanza de Dios. Ahora verdaderamente comprendí que en Dios, vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.