Del fondo de mis lágrimas y penas, pido a Dios, que escuche mi implorar y mi lamentación. Que alivie este sufrir que hay en mi vivir. Y pueda darme la resignación de amor.
Con este sentimiento, que se ha hecho una pasión, no quiere comprender mi pobre corazón, que de seguir así, tendremos que vivir con la vergüenza de una humillación. Ayer te dije, igual que hoy igual que siempre, ¡Vamos, vamos corazón! Y no quisiste hacerme caso y fue el fracaso de estar llorando para siempre tu ilusión.
Hoy no estarías corazón abandonado, hoy no estarías corazón arrinconado ayer te dije, igual que hoy, igual que siempre, ¡Dejala y vamos, vamos corazón!