En mis primeras horas de ardientes esperanzas, allí donde la vida nos da el primer sopor. Un nombre murmuré, un beso idolatré, en él estabas tú con la risa del adiós.
No sé si por ser bueno, no sé si por ser malo, o acaso por castigo la vida te alejó. Mas sé que de esa flor de mi primer amor, el libro de mi alma sus pétalos guardó.
Hoy, tal vez, ni te acuerdes de mí los días al pasar nos hacen olvidar así, pero hay horas divinas que no se olvidan, horas que me hablan de ti.
Hoy, tal vez, ni te acuerdes de mí no hay nada bajo el sol más volátil que el amor, quizás, pero aquel que en mi pecho prendió tu pecho, ese no morirá.