Yo no quiero que nadie a mí me diga que de tu dulce vida vos ya me has arrancado. Mi corazón una mentira pide para esperar tu imposible llamado. Yo no quiero que nadie se imagine cómo es de amarga y honda mi eterna soledad, en mi larga noche el minuto muele la pesadilla de su lento tic-tac.
En la doliente sombra de mi cuarto, al esperar sus pasos que quizás no volverán, a veces me parece que ellos detienen su andar sin atreverse luego a entrar. Pero no hay nadie y ella no viene, es un fantasma que crea mi ilusión. Y que al desvanecerse va dejando su visión, cenizas en mi corazón.
En la plateada esfera del reloj, las horas que agonizan se niegan a pasar. Hay un desfile de extrañas figuras que me contemplan con burlón mirar. Es una caravana interminable que se hunde en el olvido con su mueca espectral, se va con ella tu boca que era mía, sólo me queda la angustia de mi mal.