Ya los hijos de mi amor no tienen pena ni mal, pues ya tienen hospital, medicinas y doctor. Por virtud de aquella ley que de la sierra bajó tenemos ellos y yo una escuela en el Batey.
Con toda seguridad mis hijos van a vivir porque ahora pueden ir hasta a la universidad. Por esta luz de emoción que me vino a iluminar, no me canso de gritar "Viva la revolución!".
Y para el gusano vil que no respete mi ley, aquí tengo en el Batey una escuela y un fusil. Un fusil liberador y escuela como ha de ser. La escuela para aprender y el arma para el traidor.