Por el humo se sabe donde está el fuego; del humo del cariño, nacen los celos. Son mosquitos que vuelan junto al que duerme y, zumbando, le obligan a que despierte. ¡Si yo lograra, de verdad, para siempre, dormir el alma! ¡Dormir el alma! Y en la celdilla del amor aquel borrar el vértigo de aquella mujer. Por una puerta, del alma va saliendo la imagen muerta. Por otra puerta, llama la imagen que podría curarme el alma. Se me entra por los ojos y a veces sueño que ya la adoro. Cariño de mi alma recién nacido, la llama extingue, ¡ay! de aquel cariño. ¡Vana ilusión! En amores no vale matar la llama si en las cenizas muertas queda la brasa. El amor se aletarga con los desdenes y parece dormido pero no duerme. ¡Ay, quien lograra de verdad, para siempre, dormir el alma! ¡Dormir el alma! Y en la celdilla del amor aquel borrar en vértigo de aquella mujer fatal. ¡Ay! ¡Fatal!