En el nombre del padre que no conozco del hijo que trata de apaciguarme y del espíritu santo que en su fin anula mi esencia primordial de alianza con la fuente mortuoria, la cual llevo inmutable desde tiempos que jamás volveré a recordar. Esta es la magna muestra de la señal, este es el significado de profunda tortura que llevo meditando desde el comienzo del despertar mío, desde aquella simple caracterización de la trinidad, poder que asimilo en la imponente cruz, a la definición de cada una de sus partes a través de la asimilación del espíritu unido a la fuente primordial de nuestra vida, el conocimiento fundamental de la palabra Yahvé, a través de la inmensa meditación en contornos sugestivos por naturaleza asumiendo ser parte evidente de su voluntad esplendorosa. Alzo mis ojos, exijo no por soberbia sino por fatalidad de existencia en falta de verdadera conciencia de los actos que ocultados se hallan. ¿Acaso creo verte? ¿es verdadera mi percepción? ¿es correcto mi entender? Búscame destrúyeme pues mi ignorancia realmente me tortura "texto del profeta sometido a la fuente innegable de luz", este es el manifiesto dado a los hombres, extendiendo el entendimiento de la magna realeza la cual nos ha dado la facultad de razonar y percibir las energías donde las inmateriales presencias nos escoltan, y escucho "EL, que no espera en el hombre ni espera nada de los hijos de los hombres", revelación punzante a nuestro propósito de existencia (Miqueas 5-6). He llegado a encontrar en mi búsqueda interior el principio fundamental de toda ostentación generada en este lapso vigente en el tiempo de entonaciones fondas del aliento mío, el significado axiomático de mis actos demostrados a través de un apego hacia la unión de las fuerzas generadas por fricción de la perpetración al no admitir la dualidad que en nuestro interior se dicta tomando conciencia de una imperante necesidad de dominar el conocimiento sobre la luminosidad y las tinieblas, este es el símbolo después del símbolo dentro de mi oscuridad en la luz.