Hábleme, señora, hábleme, colgada en la pared, cuénteme, ¿desde allí qué es lo que ve? Sonríe de placer, pues desde aquí yo la adoraré.
Míreme, mujer sobre el papel, sus manos dejan ver el color del trabajo y del sudor; de madre y de mujer su cara ya borró el dolor.
Mujer de vocación, su voz no suena en el salón.
Y otra vez, mirándola otra vez, he vuelto a desear poder ser su capricho y su deber. Qué bien lo supo hacer y nunca lo dejó de querer.
Mujer sobre papel, aquí, su ruego era un deber.
Y hábleme, señora, hábleme, colgada en la pared, cuénteme, ¿desde allí qué es lo que ve? Sonríe de placer, pues desde aquí yo la adoraré, pues desde aquí yo la adoraré, pues desde aquí yo la adoraré