A la hora de la muerte Que no ponérmelo a mí delante, Que como la quiero tanto, El corazón a mi se me parte. Quiere que me esté callao, Y yo a mi lengua le eché un nudo, O esta gente son capaz, De hacerle hablar a un muo. Anda y dile a tu mare, Si me desprecia por pobre, Y que el mundo da muchas vueltas, Y el que se cajó una torre. Aquiel que sienta, Tierra llena, Mal fruto puede coger, Que la tierra se vuelve piera, Y no pue prevalecer. Abierta estaba la rosa Con la luz de la mañana; Tan roja de sangre tierna, Que el rocío se alejaba; Tan caliente sobre el tallo, Que la brisa se quemaba; ¡tan alta!, ¡cómo reluce! ¡Abierta estaba!