Superior a mí es la fuerza que me lleva en el pulso que mantengo con la oscuridad que tiñen de oscuro tus ojos negros.
Y qué me cuentas del tiempo que pasa en su pestañeo y que me trae por esta calle de amargura y de lamento.
Que yo sé que la sonrisa que se dibuja en mi cara tiene que ver con la brisa que abanica tu mirada. Tan despacio y tan deprisa, tan normal y tan extraña. Yo me parto la camisa como Camarón.
Tú me rompes las entrañas, me trepas como una araña. Bebes del sudor que empaña el cristal de mi habitación y después por la mañana despierto y no tengo alas. Llevo diez horas durmiendo y mi almohada está empapada. Todo había sido un sueño muy real y muy profundo. Tus ojos no tienen dueño porque no son de este mundo.
Que no te quiero mirar. Pero es que cierro los ojos y hasta te veo por dentro. Te veo en un lado y en otro, en cada foto, en cada espejo y en las paredes del metro y en los ojos de la gente, hasta en la sopa más caliente. Loco yo me estoy volviendo.
Y a veces me confundo y pico a tu vecina, esa del segundo que vende cosa fina. Y a veces te espero en el bar de la esquina con la mirada fija en tu portería. Y a veces me como de un "bocao" el mundo. Y a veces te siento y a veces te tumbo. A veces te leo un beso en los labios y como yo no me atrevo me corto y me abro.