Agazapado, espero, como un arraclán, bajo las piedras escondido, porque a la vida era lo único que le da sentido.
Acostumbrado a escapar de la realidad, perdí el sentido del camino y envejecí cien años más de tanto andar perdido.
Y me busco en la memoria el rincón donde perdí la razón. Y la encuentro donde se me perdió, cuando dijiste que no.
Hice un barquito de papel para irte a ver. Se hundió por culpa del rocío. No me preguntes cómo vamos a cruzar el río.
Y me busco en la memoria el rincón donde perdí la razón. Y la encuentro donde se me perdió, cuando dijiste que no.
Sin ser, me vuelvo duro como una roca, si no puedo acercarme ni oír los versos que me dicta esa boca; y ahora que ya no hay nada, ni dar la parte de dar que a mí me toca. Por eso no he dejado de andar
buscando mi destino, viviendo en diferido, sin ser, ni oír, ni dar.
Y a cobro revertido quisiera hablar contigo, y, así, sintonizar.
Para contarte que quisiera ser un perro y oliscarte, y vivir como animal que no se altera, tumbado al sol lamiéndose la breva, sin la necesidad de preguntarse si vengativos dioses nos condenarán, si, por Tutatis, el cielo sobre nuestras cabezas caerá.
Buscando mi destino, viviendo en diferido, sin ser, ni oír, ni dar.
Y a cobro revertido quisiera hablar contigo, y, así, sintonizar.