Cuando jui para la Pampa llevaba mi corazón contento como un chirigüe, pero allá se me murió. Primero perdí las plumas y luego perdí la voz. Y arriba quemando el sol.
Cuando vide los mineros dentro de su habitación, me dije: "mejor habita en su concha el caracol, o a la sombra de las leyes el refinado ladrón". Y arriba quemando el sol.
Las hileras de casuchas frente a frente, sí, señor; las hileras de mujeres frente al único pilón, cada una con su balde y con su cara de aflicción. * Y arriba quemando el sol.
Fuimos a la pulpería para comprar la ración, veinte artículos no cuentan la rebaja de rigor. Con la canasta vacía volvimos a la pensión. Y arriba quemando el sol.
"Zona seca de la Pampa", yo leo en un cartelón. ** Sin embargo, van y vienen las botellas de licor. Claro que no son del pobre, contrabando, o qué sé yo. Y arriba quemando el sol.
Paso por un pueblo muerto, se me nubla el corazón, aunque donde habita gente la muerte es mucho mayor. Enterraron la justicia enterraron la razón. Y arriba quemando el sol.
Si alguien dice que yo sueño cuentos de ponderación, digo que esto pasa en Chuqui, pero en Santa Juana es peor. El minero ya no sabe lo que vale su dolor. Y arriba quemando el sol.
Me volví para Santiago sin comprender el color con que pintan la noticia cuando el pobre dice "no". Abajo, la noche oscura, oro, salitre y carbón. Y arriba quemando el sol.