Milonguera, bullanguera, que la va de alma de loca, la que con su risa alegre, vibrar hace el cabaret, la que lleva la alegría en los ojos y en la boca, la que siempre fue la reina de la farra y del placer. Todo el mundo te conoce de alocada y jaranera, todo el mundo dudaría lo que yo puedo jurar: que te he visto la otra noche parada ante una vidriera contemplando a una muñeca con deseos de llorar.
Te pregunté qué tenías y me respondiste: nada... pero advertí al verte tan turbada que era tu intento ocultarme la verdad. La sonrisa que tus labios dibujaban quedó helada y una imprevista lágrima traidora como una perla de tus ojos fue a rodar.
Quién creyera, milonguera, vos que siempre te reíste, y que siempre te burlaste de la pena y del dolor, ibas a mostrar la hilacha poniéndote seria y triste ante una pobre muñeca modestita, y sin valor. Yo te guardaré el secreto, no te aflijas, milonguita, por mí nunca sabrá nadie que has dejado de reír, y no vuelvas a mirar a la pobre muñequita que te recuerda una vida que ya no puedes vivir.
Ríe siempre, milonguera, bullanguera, casquivana para qué quieres amargar tu vida pensando en esas cosas que no pueden ser. Corre un velo a tu pasado, sé milonga, sé mundana, para que así los hombres no descubran tus amarguras, tus tristezas de mujer