Dos hermanos mueren… en la fría noche, en la gran ciudad. Dos espigas firmes, arrancadas por un oficial.
Una madre llora en la puerta de la seccional y aunque grite y grite, sabe que el dolor no va a lavar.
Del olor y el sol del amanecer al frío sudor de la noche que ya sabe de que se trata perder. Esperó y olió la miseria que no esconde a aquel incapaz de ver a los hijos del hambre y la sed. Y hasta donde sé, no se la vio mas.