A la entrada de un valle, en un desierto, do nadie atravesaba ni se vía, vi que con estrañeza un can hacía estremos de dolor con desconcierto; ahora suelta el llanto al cielo abierto, ora va rastreando po la vía; camina, vuelve, para, y todavía quedaba desmayado como muerto.
Y fue que se apartó de su presencia su amo, y no le hallaba, y esto siente; mirad hasta dó llega el mal de ausencia.
Movióme a compasión ver su acidente; déjele lastimado: Ten paciencia, que yo alcanzo razón, y estoy ausente.