Caía en oro y gris el día azul del hondo abril en que llegaste. Tal vez lo eterno fue de nuestro amor el llanto aquel que derramaste. Divina criatura musical... Asombro fiel de tu mirada angelical. Y tu melena como un cálido trigal iba encendiendo sin querer a mi sereno atardecer que iluminaste. ¡Qué breve fue la flor de tu ansiedad y tu temor, en nuestro amor!
Pequeña mía, sentimental, ardiente rosa de mi rosal: estoy poblado de tu ausencia y este dolor me hace feliz. La calle es niebla y cerrazón y, mientras digo mi canción, lloviendo está mi corazón, en oro y gris...