Y me llamas de amigo cuando mi cabeza sobre tu pecho no ha vuelto a estar recostada, cuando a menudo nos sacude el miedo, cuando he perdido tu espalda, cuando encontramos sólo vacío, mi amigo. Y me llamas de amigo con un hilillo de voz o una sonrisa nerviosa que da a entender tu desgana, con un vulgar apretón de unas manos siempre sudadas, mi amigo. Y me llamas de amigo si hemos arriado nuestra bandera, capitanes de quince años que fuimos para ser ahora dos desconocidos. No me llames de amigo si me vas a dejar dolido, mi amigo.