Qué vamos a hacer con tantos y tantos predicadores. Unos se valen de libros, otros de bellas razones, algunos de cuentos varios, milagros y apariciones y tantos de la presencia de esqueletos y escorpiones, mamita mía.
Qué vamos a hacer con tanta plegaria sobre nosotros, que alega en todas las lenguas de gloria y de esto y de lo otro, de infiernos y paraísos, de limbos y purgatorios, edenes de vida eterna, arcángeles y demonios, mamita mía.
Qué vamos a hacer con tanto tratado del alto cielo. Ayúdame, Valentina, ya que tú volaste lejos. Dime de una vez por todas que arriba no hay tal mansión; mañana la ha de fundar el hombre con su razón, mamita mía.
Qué vamos a hacer con tanta mentira desparramada. Valentina, Valentina, rompamos la telaraña. Señores, bajo la tierra la muerte queda sellada y a todo cuerpo en silencio y el tiempo lo vuelve nada, mamita mía, mamita mía.