¿De qué le sirve al humano
detenerse en las estrellas
cuando vemos que de pobres
está sembrada la tierra?
Declaro con humildad:
yo soy la hormiga vecina
que contemplaba las rosas
separando las espinas.
En este peregrinar
se cruzaron diferencias
entre abundancias ingratas
y el frío de las conciencias.
Con los ojos bien abiertos
la vida me dio razón
de que al grito de justicia
se desarma el tiburón.
Me llega por la mañana
fragancia de una violeta
y su perfume se clava
como un mensaje en mi puerta.
Me dice: Viene otra vida
donde seremos hermanos,
no me digan que las flores
se olvidaron del humano.
No le canto en amargura,
me refugio en la confianza
de un pueblo que ha desatado
las llaves de la esperanza.
Y si mi voz se desviara
del camino denunciante
le pusiera mil candados,
le dijera que no cante.
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