Era la Gloria vestida de tul con la mirada lejana y azul que sonreía en un escaparate con la boquita menuda y granate, y unos zapatos de falso charol que chispeaban al roce del sol.
Limpia y bonita. Siempre iba a la moda. Arregladita como pa' ir de boda.
Y yo, a todas horas la iba a ver porque yo amaba a esa mujer de cartón piedra, que de San Esteban a Navidades, entre saldos y novedades, hacía más tierna mi acera.
No era como esas muñecas de abril que me arañaron de frente y perfil. Que se comieron mi naranja a gajos. Que me arrancaron la ilusión de cuajo. Con la presteza que da el alquiler, olvida el aire que respiró ayer.
Juega las cartas que le da el momento: "mañana" es sólo un adverbio de tiempo.
No, no. Ella esperaba en su vitrina verme doblar aquella esquina... Como una novia, como un pajarillo, pidiéndome: "libérame, libérame... y huyamos a escribir la historia".
De una pedrada me cargué el cristal y corrí, corrí, corrí con ella hasta mi portal. Todo su cuerpo me tembló en los brazos. Nos sonreía la luna de marzo. Bajo la lluvia bailamos un vals, un, dos, tres, un, dos, tres... todo daba igual.
Y yo le hablaba de nuestro futuro, y ella lloraba en silencio... os lo juro.
Y entre cuatro paredes y un techo se reventó contra su pecho pena tras pena. Tuve entre mis manos el universo e hicimos del pasado un verso perdido dentro de un poema.
Y entonces, llegaron ellos. Me sacaron a empujones de mi casa y me encerraron entre estas cuatro paredes blancas, donde vienen a verme mis amigos de mes en mes..., de dos en dos..., y de seis a siete...