Era el pez con mejores caderas del mar de la moda, se dejaba achuchar por cualquiera (incluyéndome a mí), sus palabras decían de memoria lo que dicen todas, sus pupilas contaban historias para no dormir.
Yo era el último mono, un innoble mirón solitario, en las bodas algún pasodoble, de suelto... ni hablar. El perfume tabú de Chanel y el cubata de Larios no acostumbran buscarse un motel cuando cierran el bar.
Porque siempre hubo clases y yo soy el hombre invisible que una noche soñó un imposible parecido al amor.
Porque el mundo es inusto, chaval, pero si me provocan yo también sé jugarme la boca, yo también sé besar.
Compartimos la misma toalla, distintos sudores, todavía quedan islas con playas color azafrán. Fui su medio limón, su chéri, su peor latin lover, su lección de español, su desliz, su comme ci, su comme ça.
Pero un día retiraron las mesas y... hasta otro verano. Las mejores promesas son esas que no hay que cumplir y... "viajeros al tren, que nos va- mos", me dijo un milano, "flaco, pórtate bien, au revoir, buena suerte en París".
Porque siempre hubo clases y yo no doy bien de marido. Otra vez a perder un partido, sin tocar el balón.
Porque el mundo es injusto, chaval, pero si me provocan yo también sé jugarme la boca, qué te voy a contar.