Cantó Teodosia de los Ríos Conde, en Tudela de Duero
El rey moro tiene un hijo que tranquilo se llamaba y también tiene una hija que se llamaba Altamara. La quiern ricos y condes, la quiere el rey de Granada y hasta un hermano que tiene ha intentado de gozarla. Por gozar de su hermosura cayó enfermito en la cama. Su padre que lo ha sabido a preguntarle se halla: ¿Qué te pasa hijo mío? ¿Qué tienes que estás en cama? - Calentura, padre mío una calentura vana. - ¿Quiés que te traiga de almuerzo la pechuga de una pava, las alas de una gallina?. Que te lo guise Altamara. - Que Altamara me lo guise y Altamara me lo traiga que Altamara venga sola, que no venga acompañada, que también las compañías a veces salen muy malas. Por la escalerita arriba sube la linda Altamara derechita como un huso, reluce como una espada; en la su mano derecha lleva la pava guisada y en la su mano izquierda llevaba una jarra de agua, y en el su brazo derecho llevaba una toalla. - Buenos días hermanito, ¿Qué tienes que estás en cama? - Las malezas que yo tengo tras de tus ojillos andan. - Permita Dios de los cielos te levantes de la cama. Se tiró desesperado como un león cuando brama, hizo lo que quiso de ella, hasta escupirla en la cara. Pendientes de sus orejas por la escalera rodaban; anillitos de sus dedos en ella nada paraban. A eso de los nueve meses cayó enfermita en la cama, su padre que lo ha sabido a preguntarla se halla: - No te asustes hija mía, no te asustes Altamara, que si es que tienes un hijo será príncipe de España y si tienes una hija monjita de Santa Clara. - Vaya razones de un padre; vaya unas razones, vaya. Se ha encerrado en su cuarto se ha dado de puñaladas. - Prefiero morír así y no vivir deshorada, y los niños de mi escuela me llamen mujer mundana.