Pensativo está Rodrigo viéndose de pocos años para vengar a su padre matando al conde Lozano. Todo le parece poco respecto de aquel agravio, el primero que se ha hecho a la sangre de Lain Calvo. Al cielo pide justicia, a la tierra pide campo, al viejo padre licencia, y a la honra esfuerzo y brazo. Descolgó una espada antigua de Mudarra el castellano, que estaba vieja y mohosa, y a sí le dice turbado: «Haz cuenta, valiente espada, que es de Mudarra mi brazo y que su brazo te tiene porque suyo es el agravio. Tan fuerte como tu acero me verás en campo armado; tan bueno como el primero, segundo dueño has cobrado. Vamos al campo, que es hora de dar al conde Lozano el castigo que merece tan infame lengua y mano».