Aquella noche no llovió, ni apareciste disculpándote, diciendo, mientras te sentabas, “perdóname si llego tarde”. No me abrumaste con preguntas, ni yo traté de impresionarte contando tontas aventuras, falsas historias de viaje. Ni deambulamos por el barrio buscando algún tugurio abierto, ni te besé cuando la luna me sugirió que era el momento. Tampoco fuimos a bailar, ni tembló un pájaro en tu pecho cuando mi boca fue pasando de las palabras a los hechos. Y no acabamos en la cama, que es donde acaban estas cosas, ardiendo juntos en la hoguera de piel, sudor, saliva y sombra. Así que no andes lamentando lo que pudo pasar y no pasó. Aquella noche que fallaste, tampoco fui a la cita yo