Amainaron guapos junto a tus ochavas cuando un cajetilla los calzó de cross y te dieron lustre las patotas bravas allá por el año... novecientos dos...
Esquina porteña, tu rante canguela se hace una melange de caña, gin fitz, pase inglés y monte, bacará y quiniela, curdelas de grappa y locas de pris.
El Odeón se manda la Real Academia rebotando en tangos el viejo Pigall, y se juega el resto la doliente anemia que espera el tranvía para su arrabal.
De Esmeralda al norte, del lao de Retiro, franchutas papusas caen en la oración a ligarse un viaje, si se pone a tiro, gambeteando el lente que tira el botón.
En tu esquina un día, Milonguita, aquella papirusa criolla que Linnig mentó, llevando un atado de ropa plebeya al hombre tragedia tal vez encontró...
Te glosa en poemas Carlos de la Púa y el pobre Contursi fue tu amigo fiel... En tu esquina rea, cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel.
Esquina porteña, este milonguero te ofrece su afecto más hondo y cordial. Cuando con la vida esté cero a cero te prometo el verso más rante y canero para hacer el tango que te haga inmortal.