Pueblo que prende su propio santuario para celebrar
el sacrificio de príncipes que guardan la herencia del ardor.
Y yo, el rey ciego
no vi el humo con mi forma.
Ciudad en llamas por la quema del olvido y de la inanición,
queda un retrato de los antepasados del cántico mortal.
Y yo, el rey ciego
no vi caer al país en la guerra
de mis cuerpos contra mis sombras
en el eterno retorno.
¡Hip hip! ¡Hurra!
He hundido el puñal en el cuerpo de quien fui alguna vez sombra.
¡Y terminaré esta guerra que lucho sin más nadie!
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