Nos hemos levantado a las ocho, hemos desayunado en el hotel y hemos ido a «Diseño Art». La dependienta es una chica de unos veinticinco años, guapísima. Antes de entrar en la tienda Miguel me ha dicho: –Yo me quedo aquí. –¿Por qué? –le he preguntado extrañada. –Porque estoy nervioso. Otra vez Miguel y su timidez con las mujeres. Muy seria le he dicho: –Esta vez, Miguel, vas a entrar y vas a hablar con ella. ¿De acuerdo? O haces eso o te vuelves a Madrid. Yo sabía que iba a funcionar. Miguel está encantado en este viaje y no tiene ganas de volver a Madrid. –Bueno, de acuerdo, está bien, pero hablas tú… –Vale. Hemos entrado los dos. –Hola, buenos días. –Buenos días, ¿qué desean? –Queríamos ver telas para pintar… –O sea, lienzos, ¿no? Pasen por aquí… Nos hemos ido los tres al fondo de la tienda. –Aquí están. Pueden cogerlos ustedes mismos… –Gracias. Miguel y yo hemos estado mirando los lienzos. Por detrás, claro. Es mi nueva costumbre. En todos ponía: «Figueres». Estaba segura. Ya sabemos una cosa: en Figueres hay cuatro tiendas de dibujo y solo en una detrás de los lienzos pone «Figueres». Ahora tenemos que saber otra cosa: ¿cuántos años tiene esta tienda? –Tienen una tienda estupenda –le he dicho a la dependienta. –Gracias –me ha contestado sin dar importancia a lo que le he dicho. –¿Cuántos años tiene esta tienda? –Bastantes. Empezamos en 1978. ¡Ajá! Urpiano empieza a ser conocido en 1980… O sea, dos años después… Otra vez mi intuición de detective. De detective y de mujer. –¿Y tienen un cliente que se llama Arnal Ballester? –Pues no lo sé. Un momento, lo voy a mirar. –¿Quién es Arnal Ballester? –me ha preguntado Miguel. –Un dibujante amigo mío… –¿Y tú crees que compra aquí sus cosas? –No… Pero quiero ver dónde tienen las fichas de los clientes… La dependienta ha entrado en un despacho, ha mirado un fichero, ha salido, ha cerrado con llave y ha guardado la llave en un cajón. Necesito a Miguel. –Miguel, ¿por qué no empiezas a hablar con ella…? –¿Cómo? ¿Con…, con ella? –Tienes que ser amable con ella… Le tenemos que hacer unas preguntas… –¿Por qué yo? –Porque voy a conseguir una llave. –¿Una llave? –Habla con ella y luego te explico… Miguel estaba de color rojo, colorado como un tomate26. Pero es un buen profesional y le ha preguntado a la dependienta: –¿Hace mucho tiempo que trabajas aquí? Miguel es alto, fuerte y guapo. La chica ha decidido contestar a todas sus preguntas. –¿Cómo te llamas? –María. ¿Y tú? –Miguel. Les he dejado y he ido a ver unas cosas. Unas cosas al lado de un cajón. Dentro del cajón estaba la llave del despacho. Ha sido fácil. Un minuto después tenía la llave en el bolsillo. La chica le decía a Miguel: –¿Y vas a quedarte muchos días? Miguel ha mentido: –Me voy después de comer. –¡Qué pena! –ha dicho la dependienta. –Bueno –he dicho yo–, nos vamos. Y nos hemos ido. En la comida le he dicho a Miguel: –Necesitamos el fichero de los clientes de «Diseño Art». –¿Y has pensado cómo conseguirlo? –Sí. Esta tarde volveremos a la tienda… –¿Otra vez? –Bueno, vas a volver tú y vas hablar con la dependienta. Vas a ligártela27. –¿Yo? ¡Estás loca! –Vas a ligártela. Entonces yo voy a entrar en la tienda, pero ella no tiene que verme… –Pero, Lola… –Yo entro, voy al despacho, abro con esta llave, cojo el fichero y, luego, salgo y ya está. –No me gusta nada la idea. –¿Tienes otra mejor? –Sí, tu hablas con la chica, yo entro, voy al despacho, abro con la llave, cojo el fichero, salgo y ya está… –Solo hay un problema –he dicho yo. –¿Cuál? –Que ella quiere hablar contigo, no conmigo… Era verdad. Miguel lo ha aceptado. Después de comer, he subido con Miguel a su habitación del hotel. Le he escogido yo la ropa: unos vaqueros, una camisa azul claro, un jersey beige y la cazadora de ante marrón. –Estás guapísimo –le he dicho. –Muy graciosa. Miguel no estaba para bromas. A las cinco y media ha entrado en «Diseño Art». María se ha alegrado de verle. –No te has ido…¡Qué bien! –Me he quedado para estar contigo… –le ha dicho Miguel muy colorado. Yo estaba escondida cerca de la puerta. Unos minutos después Miguel y la dependienta han ido hacia el fondo de la tienda, donde están los lienzos. Entonces he entrado. He ido directamente a la puerta del despacho, he abierto la puerta con la llave que he cogido esta mañana y me he metido dentro. No veía nada pero no podía encender la luz. Tenía que actuar rápido. En la mesa había dos ficheros. «¡Cielos! ¿Cuál es el fichero de los clientes?» Los detectives no podemos dudar: he cogido los dos y los he metido en mi bolso. Siempre llevo bolsos grandes. Iba a salir pero he oído: –¡¡María!! ¡María!, ¿dónde estás? ¿Dónde estás, María? Era una voz de hombre. De hombre mayor. Rápidamente he pensado: «Está al lado de la puerta del despacho… Va a entrar. ¿Y María? ¿Por qué no contesta? ¿Qué está haciendo Miguel?». La gente cree que los detectives somos como los de las películas americanas. Yo, con dos ficheros en el bolso, asustada, al lado de la puerta, parecía la Pantera Rosa. –¿María? ¡¡¡María!!! El hombre estaba cada vez más enfadado. Yo he pensado: «Éste es el propietario de la tienda. Seguro.» Pero, ¿dónde estaba María? De repente he oído: –Estoy aquí, señor Torner. Enseñándole unos lienzos a este señor… –Ah, bueno –ha dicho el jefe–. ¿Tiene la llave del despacho? En el cajón no está. «¡Cielo santo!», he pensado yo. «Quiere entrar en el despacho… Y van a descubrir que la llave no está, que la puerta está abierta y que yo, yo, la magnífica detective, estoy aquí dentro con todos los ficheros de la tienda…» No tenía miedo, la verdad. Solo vergüenza. Pero allí estaba Miguel. Ha dicho: –Usted es el señor Torner, ¿verdad? El propietario, ¿no? –Sí, señor. –Pues quería preguntarle por una cosa del fondo de la tienda… ¿Puede venir un momento conmigo? Un vendedor es un vendedor. Ha aceptado acompañar a su posible cliente al fondo de la tienda. Y entonces he salido. He salido del despacho y de la tienda. Pero no me he ido muy lejos. Enseguida he vuelto a entrar. Desde la puerta he dicho: –¿Miguel? ¿Estás ahí Miguel? –Dime, Lola –ha dicho Miguel desde el fondo. –Es que tenemos el coche mal aparcado… –Ahora mismo voy. Así hemos conseguido salir de la tienda con los ficheros y sin problemas con el propietario. Miguel estaba un poco triste. Creo que María le ha gustado. Mejor. Hemos ido directamente al hotel. Mañana por la mañana vamos a estudiar los ficheros. No sé si vamos a descubrir algo. Pero, al menos, ya tenemos trabajo. También vamos a llamar a la oficina. Para controlar la situación y para saber si Paco tiene ya los resultados del laboratorio.