Todos vuelven a la tierra en que nacieron, al embrujo incomparable de su sol, todos vuelven al rincón donde vivieron, donde acaso floreció más de un amor.
Bajo el árbol solitario del silencio, cuántas veces nos ponemos a soñar, todos vuelven por la ruta del recuerdo, pero el tiempo del amor no vuelve más.
El aire que trae en sus manos la flor del pasado, su aroma de ayer, nos dice muy quedo al oído su canto aprendido del atardecer.
Nos dice su voz misteriosa, de nardo y de rosa, de luna y de miel, que es santo el amor de la tierra, que es triste la ausencia que deja el ayer.