Manuel de Falla - Cuatro piezas españolas (1909) | Текст песни

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Cuatro piezas españolas (1906-1909), de Manuel de Falla i Matheu (1876-1946):

1. Aragonesa (0:00)
2. Cubana (3:03)
3. Montañesa (paisaje) (7:05)
4. Andaluza (11:18)

Alicia de Larrocha, piano

Las Cuatro piezas españolas, que Falla empezó a componer en Madrid en 1906 y que finalizó en París en 1909, son unas de las obras cumbres para piano del compositor. Como en toda la obra de Manuel de Falla, se demuestra un minucioso control de las dinámicas, de los ritmos y de la notación. La armonía ya deja ver su clara inclinación hacia el Impresionismo, especialmente en Cubana (con pequeños motivos inspirados en la escala de Debussy) y, sobre todo, en Andaluza, la cual estaba influida totalmente por la música francesa, ya que se compuso en París. Además, las Piezas Españolas son un conjunto de composiciones importantísimo en la vida de Falla, ya que fueron estas obras las que le permitieron viajar a Francia y conocer a compositores como Dukas, Debussy, Albéniz y Ravel.

Aragonesa, la primera de las cuatro obras, evoca a una jota de Aragón, con ritmos fuertes y claros, cambios de tonalidad y numerosas voces retomando la melodía inicial a lo largo de toda la composición. Consta de dos partes bien diferenciadas, con una introducción de origen orquestal al principio, que son sólo nueve acordes muy percusivos en registro de dominante. La primera parte es un diálogo entre un solista con la orquesta, seguramente inspirado en un hombre y una mujer cantando alternativamente, cada uno en su registro. Tras dos intervenciones de cada uno, la obra alcanza un puente muy rítmico con los tresillos que adornan todo el largo de la obra. Le precede a esto otra sección completamente distinta con indicación de Tranquillo, en la que una voz canta sobre todas las demás, aunque precisamente las voces intermedias y el bajo son muy complejas y enrevesadas. Después llega una sección muy impresionista sobre la escala de tonos enteros de Debussy que mantiene un poco el ritmo de la jota. Se desarrolla esta zona en un crescendo constante que finaliza en unos acordes casi sin melodía con intención más bien rítmica. En la última sección se retoman e intercalan todos los temas de la obra, llevándolos también hasta un punto culminante a partir del cual la obra comienza a decaer con armonías más tranquilas y de estilo francés que acaban en un acorde muy amplio de tónica.

Cubana, la segunda, se compuso, paradójicamente, poco después de España perdiera la isla de Cuba en 1898. Sin embargo, como en toda Sudamérica, las danzas cubanas están fuertemente influenciadas por las españolas y viceversa. Cubana evoca, a su vez, dos danzas: la guajira y el zapateado. Aunque el zapateado es una danza andaluza, la guajira (con ritmos alternados 6/8 y 3/4, como la petenera) es de origen cubano, y es una de las danzas consideradas «de ida y vuelta»; es decir, danzas que han ido expandiéndose entre América del Sur y España en los numerosos viajes entre estos dos territorios. Cubana es una obra lenta en un principio, con aires tranquilos y playeros, dulce y tropical; en su sección central, cuando entran los cambios rápidos 6/8 a 3/4, el bajo parece evocar unas maracas y pasa haber una melodía en honor a los cantos y bailes cubanos.

Montañesa, subtitulada como «paisaje», es la única de las cuatro que no se refiere a un territorio en concreto. Efectivamente, el aire pausado y calmo de la obra parece traer a la mente un paisaje, alguien contemplando un lugar tranquilamente. Está inspirada totalmente en el flamenco andaluz, con toques de cantes jondos y acompañamientos de guitarra. En la parte central de la obra, el ritmo acelera un poco, pero siempre con toques staccato y con muy pocos acentos.

Andaluza, la más difícil de las obras, tiene un ritmo muy marcato y constante. Tiene, como las otras, muchos elementos de la música española: tresillos, intervalos disonantes, pulsos inspirados en danzas y grupetos de cinco o más notas. Es quizá la obra más conocida y reproducida de la suite.

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