No debemos ocultar nuestro desprecio hacia quienes no respetan nada y nos escupen a la cara toda clase de amenazas encubiertas, que hacen poso en los caldos de ponzoña que preparan con recetas milenarias; y con ese tono empalagoso, fraudulento, del que intenta emular la caricia sincera de una voz que nos ama y nos llama a la calma, cuando el eclipse culmina y nos invade la ira.