La muerte de los profetas místicos será la semilla de la nueva conciencia
Habla el pretencioso perfumado al antiquísimo profeta:
“Poetas pendencieros te sembraremos la tierra con suspicacia para mostrar que seguimos en el camino por el cual, esos ciegos, volverán a creer en los objetos, entendiéndolos como parte de su reflejo.”
Habla el antiquísimo profeta:
“La flor que estamos viendo es nuestra conciencia, es nuestra esencia, es nuestro sol reflejándose sobre la frustración de los ingenuos credos que esperan la muerte.”
Habla la miserable y repulsiva nueva ola que reivindica al antiquísimo profeta:
“El aire me beso. El aire me empujó al tumulto que puede sentir más porque se pretende más libre. Tengo sustancias dulces, tengo mi frustración, tengo las manos limpias, perdí todo el pudor. Soy amor, soy sudor, soy el sol, soy el dios de la frustración.”
Habla mi amor que no responde a los estatutos místicos del antiquísimo profeta:
“Somos sólo cuerpos y mentiras. Somos el odio al alba. Mírame sin pretender la verdad. Desnúdate de tus penas. Vuelve a ver sin los ojos, sin lamento, sin pretender cambiar una imagen sin ensuciarte con el lenguaje. Vuelve a creer que son fantasmas. Vuelve a creerme que están muertos.”