La vi llegar... ¡Caricia de su mano breve! La vi llegar... ¡Alondra que azotó la nieve! Tu amor -pude decirle- se funde en el misterio de un tango acariciante que gime por los dos.
Y el bandoneón -¡rezongo amargo en el olvido!- lloró su voz, que se quebró en la densa bruma. Y en la desesperanza, tan cruel como ninguna, la vi partir sin la palabra del adiós.
Era mi mundo de ilusión... Lo supo el corazón, que aún recuerda siempre su extravío?. Era mi mundo de ilusión y se perdió de mí, sumándome en la sombra del dolor. Hay un fantasma en la noche interminable. Hay un fantasma que ronda en mi silencio. Es el recuerdo de su voz, latir de su canción, la noche de su olvido y su rencor.
La vi llegar... ¡Murmullo de su paso leve! La vi llegar... ¡Aurora que borró la nieve! Perdido en la tiniebla, mi paso vacilante la busca en mi terrible carnino de dolor.
Y el bandoneón dice su nombre en su gemido, con esa voz que la llamó desde el olvido. Y en este desencanto brutal que me condena la vi partir, sin la palabra del adiós...