No te avergüences, Nina, no, ¿de qué vergüenza entenderá el mala bestia de ese bar que te pateó y que te escupió? Acariciale el piojo al perro que tenés, y le decís que entre la mugre te encontraste un hombro amigo en que morir.
Abrí las cuencas de los ojos, bien abiertas y arrojá de un solo vómito brutal tu soledad y ¡vamonós! Mirá que linda estás con tu ternura en pie, y no estás sola, Nina, no, yo estoy con vos.
Nina, no llorés, mordete los ojos, cachame las manos bien fuerte, si viene la muerte, mangala: que pague, de prepo y de a uno los días felices que debe.
Mi Nina, con cabezas de paloma correremos hasta nunca por la tumba de los pájaros mendigos que encontraron la salida y saldremos de la roña dandos saltos, transparentes, inmortales, ¡vamos, Nina!
¡Vamos, Nina!, corramos, mi vieja, corramos. Si el viento te enreda el harapo, si el frío te llaga las piernas, no aflojes ni pares ni vuelvas, ni esperes, gimas, corre, ¡corré!
No te avergüences Nina, no, que nadie sabe bien quién es. Mirá si soy el dios capaz de hacer mil panes con un pan, y vos la loca que una vez roció sus trapos con alcohol, y se incendió para no ver los presidentes que se van.
Mirame, hermana, no temblés, no tengas miedo de morir, los vivos oyen a sus muertos y hoy, por fin, nos van a oír. Mirá qué linda está tu dignidad en pie, y no estás sola, Nina, no, yo estoy con vos.
¡Vamos, Nina!, ¡vamos, Nina!, no aflojes, ni pares, ni vuelvas, ni esperes, ni gimas, corré, ¡corré!