Un hombre ajado que anda cubierto de harapos asoma por cualquier camino, suplicante. Tiende su mano temblorosa y pide: Ámame así como soy.
Todo hombre tiene algo de rey muy dentro, tiene su trono y su bastón de ordeno y mando. Hoy este golpe de su cetro dice: Ámame así como soy.
Traigo a la espalda un saco muy pesado y viejo que tiene adentro acumuladas mis angustias. Si vas a amar mi cuerpo súmale su peso, y ámame así como soy.
Ruego, suplico, tomo, robo, pido, me doy, amo y hay que amarme así como soy.
Todo hombre tiene su egoísmo innato de esponja o pulpo que lo absorbe todo. Ábrete y déjame envolver tu cuerpo: Ámame así como soy.
A veces tengo tanto amor encima que tengo que ir y repartirme en besos. No quiero sentirme culpable nunca. Ámame así como soy.
Y cuando me dé por recorrer el mundo con mi ansiedad de acariciar ciudades. Ponte detrás de cada puerta abierta y ámame así como soy.