El banco de mármol, la plaza, el velero; cañones por banda… La casa, el colegio, el uno en la espalda del breve portero… ya nada es lo mismo. Menguaron. Pequeños.
El patio, las flores, el invernadero, los verdes limones que da el limonero, la lluvia golpeando en temor de mis sueños… ya nada es lo mismo. Menguaron. Pequeños.
Sólo el mar es igual, profundo y azul: más grande que yo, más grande que tú.
La piedra que enjuaga el jersey del invierno, mis botas de barro, mi espada, mis besos, la Iglesia espiando el calor de mis juegos… ya nada es lo mismo. Menguaron. Pequeños.
El arco que carga el rosal desde el suelo, la calle que ayer era un campo desierto, la luz del otoño arañando el espejo… ya nada es lo mismo. Menguaron. Pequeños.