Escucha corazón el eco de su voz... Escucha, corazón, está lloviendo y la lluvia va tejiendo los recuerdos de su amor. ¡Qué pena, corazón! No es ella, ni es su voz. Tan sólo es la obsesión que me domina, el recuerdo que castiga desde su adiós.
Llueve... y un látigo de luz me azota, relámpago de fiebre loca. La lluvia, sin cesar, golpeando en el cristal, renueva la emoción perdida. Y entre la bruma creo ver su imagen, igual que entonces, diciendo adiós. Llueve... y el cielo se llenó de sombras, lo mismo que mi corazón.
Tristeza que dejó el eco de su voz. Tristeza de esperar inútilmente y creer que nuevamente con la lluvia volverá. ¡No esperes, corazón! ¡No penes por su amor! Mañana cuando el sol radiante asome al calor de otros amores, olvidarás.