Yo no sabía del amor que se arrodilla, balbuceando ruegos, manso de altiveces. Fue de ese modo, con flaquezas que aún me humillan, como en mi delirio te llegué a querer.
Hoy que despierto frente a tu liviana pasión en mi conciencia que sintió de lleno el rigor, brota a despecho de este amor que me envilece, el grito rebelde de mi humillación:
¡Odio este amor! que me humilló a tus antojos, ¡odio este amor! que me enseñó a suplicar. Ansia torpe que me arrodilló bajo el yugo de tu pretensión, ¡odio este amor! que al doblegar mi entereza, me rebajó a mendigar tu calor.