Me enteré que estaba solo caminado entre la gente que pasaba, sin mirarme. Yo que siempre fui valiente, esta vez sentí que el golpe era demasiado fuerte.
Y empecé a caer despacio en brazos de la soledad, que empezaba a vencerme.
En el medio de mi vida me encontré con esta herida que me dejaba sin sangre. Y te vi cuando te ibas, y yo mientras me reía porque no ibas a importarme.
Entonces me hundí en el bar y pedí otro trago más, y al final fue el más amargo.
No me dejes preso de esta libertad que me engaña y me duele tanto, tanto. No me claves esta daga tan fatal, que me deja tan seco que no tengo ni llanto.
Sé que en el fondo de las cosas siempre hay motivos para perdonar a los demás. Sé que la mitad de mis pecados son mortales, pero por favor, pensá en la otra mitad.
Fui capaz de mentir para fingir en la batalla que yo era invencible. Y buscando en mi memoria me cubrí con los secretos de una época dorada.
Y empecé a ver que la llave que me abría la verdad se me iba para siempre.
No me dejes ser la flor de la maldad, creciendo en el jardín de los deseos rotos, no me empujes a vivir la oscuridad, y que te haga pensar que se ha perdido todo, todo.
Sé que en el fondo de las cosas siempre hay motivos para perdonar a los demás. Sé que la mitad de mis pecados son mortales, pero por favor, pensá en la otra mitad.
Sé que en el fondo de las cosas siempre hay motivos para perdonar a los demás. Sé que la mitad de mis pecados son mortales, pero por favor, pensá en la otra mitad, en la otra mitad, en la otra mitad.