Que tiernamente hieres. Esto es, con tu amor tiernamente me tocas. Porque cuando esta llama de vida divina hiere al alma con ternura de vida de Dios, tan entrañablemente la hiere y enternece, que la derrite en amor, porque se cumpla en ella lo que en la Esposa en los Cantares, que se enterneció tanto, que se derritió; y así, dice ella allí: Anima mea liquefacta est, ut locutus est; Luego que el Esposo habló se derritió mi alma. Porque la habla de Dios ese es el efecto que hace en el alma. Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay cosa por herir, estando ya toda cauterizada con fuego de amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino en continuo movimiento, está echando siempre llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estála arrojando sus heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando jocunda y festivalmente las artes y trazas del amor, como en el palacio de sus bodas; como Asuero con la hermosa Ester, mostrando allí sus riquezas y la gloria de su grandeza, para que se cumpla en esta alma lo que él dijo en los Proverbios: Et delectabar per singulos dies... ludens in orbe terrarum: delitiae meae esse cum filiis hominum; Deleitábame yo por todos los días, jugando en la redondez de la tierra, y mi deleite es estar con los hijos de los hombres, es a saber, dándose a ellos. Por lo cual estas heridas, que son fuegos del divino saber, son llamaradas de tiernos toques, que al alma tocan por momentos, de parte del fuego de amor, que no está ocioso; los cuales dice acaecen y hieren “de su alma en el más profundo centro”. (Llama de amor viva, canción I, verso II.)6